Muchas veces no nos damos cuenta de la maravillosa oportunidad que tenemos los hispanohablantes de hablar, entender y conocer nuestra propia lengua, pues es una de las más parecidas a la madre de casi todas las lenguas occidentales. El latín.
Junto con el italiano, se puede decir que las similitudes con la lengua "muerta" que tiene el español son innumerables. Ha habido cambios a través del tiempo, como en todas las lenguas, y en ellos mismos podemos encontrar la sorprendente y fantástica evolución de infinidad de vocablos que, a poco que los observemos, nos deleitarán con valiosísima información del origen de su significado y de su historia.
Dejando de lado los cultismos, que son palabras reinventadas, podemos presumir en muchos casos el origen y significado de muchas palabras aunque nunca las hayamos oído.
El latín nos permite identificar y relacionar lexemas o ~palabras base~ desconocidas y orientarnos en un discurso culto. Conocer la etimología de las palabras nos ayudará siempre a comprender mejor el significado de las cosas.
Pero no debemos caer en el facilismo, ni tampoco nos pensemos que es evidente todo lo que tenemos delante.
Hay muchos que se atreven a citar frases del latín clásico sin saber pronunciarlo bien, con lo que el efecto que se pretende es contrario al deseado. El latín no se pronunciaba exactamente igual a lo que hoy hablamos. Y además no podemos pretender traducir literalmente como lo hacemos de otros idiomas como el italiano, porque el latín está basado en declinaciones. (Esto ha supuesto, por otra parte, dotar al castellano con un enorme potencial de transformación)
Pero la verdadera riqueza de nuestro léxico está basada en la fusión de varias lenguas. A través de la historia de la península ibérica, comprobamos la constante incorporación de vocablos de grandes civilizaciones, por lo que no podemos olvidar la importancia de la influencia lingüística que tuvo, sobretodo el griego, en la lengua romana.
Pero la verdadera riqueza de nuestro léxico está basada en la fusión de varias lenguas. A través de la historia de la península ibérica, comprobamos la constante incorporación de vocablos de grandes civilizaciones, por lo que no podemos olvidar la importancia de la influencia lingüística que tuvo, sobretodo el griego, en la lengua romana.
Por esta razón no se puede analizar sistemáticamente la evolución de un idioma ni se puede determinar el origen y la historia del 100% de todos los lexemas que comprenden una lengua.
Lo que sí podemos es intuir y relacionar gran cantidad de vocablos, como por ejemplo:
-Etimología-, -Paleontólogo-, -paleolítico-, -mesolítico-, -Mesopotamia-, -hipopótamo, -potable-.
Aunque puede que no nos demos cuenta a primera vista, todas estas palabras tienen relación con la anterior. Y podemos componer cientos de palabras de uso diario, de la misma manera.
Cuando era estudiante de primer grado, como muchos otros, preguntaba al profesor “¿Para qué iba yo a necesitar aprender latín si nunca lo voy a usar?”
Y él respondía: “Lo usarás, quieras o no”